Zadar |
Con la transparencia del agua en la mirada.
He pisado antiguos caminos de mármol y piedra.
He tocado muros que esconden siglos de tiempo y de sangre.
Split |
He visto flores que no conocía.
Un sol rojo al atardecer sobre el mar Adriático, y estrellas nuevas en el cielo de Istria. Istria, ese nombre de míticas resonancias...
y otra con un círculo verde esmeralda en el centro del agua.
Zagreb |
Royal Cravates |
Visité una elegante ciudad llena de parques y tiendas de libros, en donde una guardia con uniformes del siglo XVII cambia de turno al mediodía en una plaza medieval.
Zagreb: Plaza de San Marcos |
Dubrovnik |
y leones alados esculpidos en la piedra.
Subí noventa y nueve escalones para ver una iglesia en la mitad de un lago y tañer una campana.
Iglesia del Lago Bled |
Recorrí el mausoleo de un emperador pagano, convertido en templo cristiano de los que asesinó,
Split: mausoleo en palacio de Diocleciano |
y me senté a descansar en la paz de un claustro franciscano.
He visto las huellas de las guerras y cómo se sigue levantando la gente luego de cada cataclismo, de cada desastre.
Rastros eslavos, romanos, bizantinos, venecianos, austro-húngaros, rusos comunistas.
Con Svone-Restaurante Amoret-Dubrovnik |
cuán gratificante la vida,
cuán generosa es la gente en todos los sitios.
Qué dulce suena una guitarra en el atrio de una catedral medieval,
y cuánto puede uno imaginar y soñar mientras camina por una tierra antigua y lejana.
Y también, qué bueno es volver a la tierra propia y al mar conocido,
a los amigos y a los hermanos,
a pesar de todo, y por todo eso que está aquí,
siempre donde esté,
siempre conmigo.