sábado, 11 de febrero de 2012

El miedo a la injusticia

CRITÓN O DEL DEBER
Diálogos
Platón
Editorial Panamericana


Sócrates ha sido condenado a muerte por la asamblea de los atenienses. Se le acusa, sin pruebas,  de corromper a la juventud con sus enseñanzas, y de no creer en los dioses de la ciudad. Sócrates cree que su labor de filósofo es obra de los dioses y que sus conversaciones y sus máximas han incomodado a algunos, porque ha logrado demostrar que no saben nada, porque ha insistido en que se debe cultivar el alma y su perfeccionamiento, y no el cuerpo y las riquezas, en que "la virtud no viene de las riquezas, sino, por el contrario, que las riquezas vienen de la virtud y que es de aquí de donde nacen todos los demás bienes públicos y particulares". Le ha dicho a la asamblea que está seguro de que lo perderá el odio, "esta envidia del pueblo que hace víctimas a tantos hombres de bien", pero nunca irá contra lo que es justo por temor a la muerte, ni cederá en sus convicciones, con lo cual nunca será imposible que deje ser víctima de la injusticia (Apología de Sócrates: Platón, Diálogos).
Esperando la hora de la muerte, le visita Critón para proponerle que huya esa noche, que sus amigos han arreglado el precio, pues temen que el pueblo diga que, teniendo los medios, no le auxiliaron para evitar su muerte. Sócrates le pide que examinen las razones que le  está esgrimiendo, ya que sólo cede a aquellas que le parezcan justas. Considera que no deben seguirse por las opiniones del pueblo , "sino sólo de lo que dirá aquel que conoce lo justo y lo injusto, y este juez único es la verdad"
Examina Sócrates si es justo o injusto salir de la cárcel sin el permiso de los atenienses, y concluye que "es preciso no hacer jamás injusticia, ni volver el mal por el mal, cualquiera que haya sido el que hayamos recibido". Y si en el momento de la huida se encontrase con la ley y con la república, éstas le recriminarían por haber roto el pacto celebrado con ellas al decidir vivir en la ciudad. Le preguntarían: "¿qué Estado puede subsistir si los fallos dados no tienen ninguna fuerza y son eludidos por los particulares?
La ley le insistiría: "Y si tratáramos de perderte, creyendo que era justo, ¿querrías adelantarte y perder las leyes y tu patria? ¿Llamarías esto justicia, tú que haces profesión de no separarte del camino de la virtud?". 
Le recordaría que "sin leyes ¿qué ciudad puede ser aceptable?"
La ley continuaría diciéndole en ese encuentro:"[...] desengáñate, si haces lo que has resuelto, si faltas a las leyes, no harás tu causa ni la de ninguno de los tuyos ni mejor, ni más justa, ni más santa, sea durante tu vida, sea después de tu muerte. Pero si mueres, morirás víctima de la injusticia, no de las leyes, sino de los hombres; en lugar de que si sales de aquí vergonzosamente, volviendo injusticia por injusticia, mal por mal, faltarás al pacto que te liga a mí, dañarás a una porción de gentes que no debían esperar esto de tí; te dañarás a tí mismo, a mí, a tus amigos, a tu patria. Yo seré tu enemigo mientras vivas y, cuando hayas muerto, nuestras hermanas las leyes que rigen en los infiernos no te recibirán indudablemente con mucho favor, sabiendo que has hecho todos los esfuerzos posibles para arruinarme [...]".
Sócrates, filósofo ateniense, murió al beber la cicuta que le dieron sus jueces, en el año 399 antes de Cristo. 
Platón fue su discípulo, recogió sus palabras, su apología ante la asamblea ateniense, su profundo sentido de la justicia como una de las máximas virtudes a las que debe aspirar el hombre, las cuales siguen vigentes, aún más en un tiempo como éste y un país como el que nos ha tocado en suerte vivir, en donde se le teme, más que a la ley y a la justicia, a la injusticia de los hombres.