viernes, 7 de junio de 2019

La soledad del poder

INVICTUS
Constantino, el emperador guerrero
Simone Sarasso
Editorial Planeta
2013

El emperador Constantino está muriendo. En su última noche le cuenta al obispo Eusebio de Cesarea cómo llegó hasta allí; levanta la losa de horror que le oprime el pecho; la culpa por tanta sangre derramada lo atormenta. Necesita contarle cada paso que dio, cada sacrificio, cada batalla, cada tropelía...

Constantino fue hijo bastardo de Constancio Cloro, césar de occidente en la época de la tetrarquía de gobierno  creada por el emperador Diocleciano (284-305), con una stabularia (prostituta que servía en posadas) de Bitinia, Elena. La tetrarquía  estaba compuesta por dos augustos y dos césares que se sucederían entre ellos, siendo el  augusto máximo el emperador Diocleciano.  Los demás miembros eran Constancio,  Maximino y Galerio. El secreto para mantener unido todo, decía Diocleciano, era dividirlo todo.
Constantino

Constancio llevó a su hijo, para que fuese educado,  a la corte de Diocleciano en Nicomedia; años después, el emperador abandonará el poder, aun cuando no totalmente, y se retirará a su villa en Spalato, hoy Split, en Croacia. El libro da otra visión de Diocleciano, como  un hombre paternal, sabio, a quien Constantino admira; su crueldad y la persecución a los cristianos de que hablan los libros de historia son, aquí, tangenciales.

La doctrina cristiana ha venido expandiéndose desde el siglo I, y en el siglo III la gente ha dejado de creer en los antiguos dioses que  solo piden sacrificios y no dan nada a cambio; los desamparados, que son miles en el imperio,  acuden a un dios nacido en Oriente, único, excluyente, que trae un mensaje de solidaridad y amparo en la adversidad. 


Imagen en pórfido de los tetrarcas
hoy en la entrada de la catedral
 de Venecia
Constantino aprovecha ese momento: Majencio, hijo de Maximino y yerno de Galerio, es proclamado emperador por una fracción del ejército; en vísperas de la batalla del Puente Milvio, el emperador anuncia que ha visto al dios en sueños, y que éste le ha dicho que bajo su enseña no existe la derrota. La enseña es el crismón, y es pintado en escudos y estandartes; y derrota a Majencio, apuntalando así la ruta hacia el poder absoluto en el imperio, terminando con la tetrarquía en una larga lucha de romanos contra romanos. La guerra continúa contra Licinio, nombrado por Galerio como emperador de Oriente, el último; el dios cristiano es utilizado por Constantino como  el dios de sus ejércitos. Caído Licinio, a Constantino le queda el poder absoluto, y la soledad del poder.

Archivo de Lavarum.svg

Los cristianos, pese al apoyo de Constantino,  también están divididos; el emperador convoca, entonces, aún sin estar bautizado, un concilio ecuménico en Nicea para que se resuelvan las disputas entre las distintas corrientes; de ese concilio nacerán la ortodoxia católica, los pecados, sobre todo sexuales, tan ajenos al mundo pagano, la clase eclesiástica, y una nueva pugna de poder entre Iglesia y Estado, cada uno queriendo subyugar al otro. 

También eleva  a su madre al rango de Augusta, lee las escrituras, habla con sacerdotes; sin embargo, ordena el asesinato de su esposa Fausta, hija de Maximiano, y de  su hijo bastardo Crispo, por traición, se dice, aunque el autor hace girar estos crímenes alrededor del adulterio. 

En el año 330 refundará a Bizancio, que  se conocerá como Constantinópolis, la ciudad de Constantino, la capital del mundo.

Es una dinámica novela  sobre el poder y sobre la ambición de poder, ambientada en una época histórica de cambios cuyas repercusiones aún se viven hoy: el auge de la religión católica, sus primeros intentos de preponderancia sobre las demás religiones con todas las consecuencias que conocemos; la división del imperio romano en Oriente y Occidente; el resurgimiento de una ciudad que, bajo otra religión, todavía perdura como puente entre las civilizaciones.  Lástima el lenguaje obsceno utilizado en los diálogos, y algunas escenas de crueldad innecesaria. Para atrapar al lector, una novela no necesita de estos recursos que parecen formar parte inevitable, ahora, de los libretos. 

No obstante, me gusta que me  ha traído la figura de Constantino, su historia, su  tiempo; el hombre que hizo de Bizancio una nueva ciudad romana, aun cuando la dedicó al dios cristiano, y que  fue cristiana hasta 1453, fecha en que cayó en manos de los turcos, hasta hoy. El nombre de Constantinopla se utilizó hasta 1930, cuando se aprobó la ley del servicio postal turco que insistía en dejar de usarlo.* 

El autor,  Simone Sarasso (Novara, Italia, 1978), es escritor y guionista de comic, cine y televisión; comenzó a escribir novela negra y thriller, e  incursionó en la novela histórica con Invictus, al descubrir al personaje de Constantino con sus debilidades y grandezas (Entrevista en http://www.viatorimperi.com/simone-sarasso). Posteriormente escribió la novela Colosseum, ambientada también en la antigua Roma y en los gladiadores del Coliseo o Anfiteatro Flavio.

* Bibliografía adicional: Estambul,la ciudad del los tres nombres, de Bettany Hugues, Editorial Crítica, 2018.
Constantino, la invención del cristianismo, de Bárbara Pastor, Editorial Oberon, 2007.