sábado, 13 de marzo de 2010

Romper los vicios del pasado: el reto

Colombia nació contradictoria, dividida y con vicios que han resistido el paso del tiempo: El 20 de julio de 1810 se proclamó supuestamente la independencia de España, pero reconociendo la soberanía del rey Fernando VII, y se declaró la conformación de un sistema federativo de las provincias cuya representación, no obstante, debía residir en Santa Fe de Bogotá. La elección de los miembros de esa primera Junta Suprema de Gobierno se hizo a dedo entre los mismos alzados, quienes formaban parte de la oligarquía criolla; dijo en 1811 don Ignacio de Herrera, que "el favor y la intriga colocaron a muchos que no tenían un verdadero mérito" (1).     El pueblo reunido en la plaza aplaudió y depositó su confianza en la "ilustración y patriotismo" del Tribuno José Acevedo y Gómez, según reza el Acta de Independencia, porque no hubo "cabildo abierto", sino "cabildo extraordinario", con lo cual no era el pueblo el que decidía, pese a que "en su nombre" se habló y actuó. 
     El decreto que reglamentó la forma de escoger a los diputados provinciales restringió el derecho al sufragio a los hombres mayores de veinticinco años, que tuviesen casa abierta, no viviesen a expensas de otro o no sirviesen  a otros, lo que dejó por fuera a los pobres, a los indios, a las mujeres y a todo aquel que no tuviese bienes raíces o muebles. Esto es, los notables se escogían a sí mismos, quienes ya eran los miembros de los cabildos por compra de los cargos o por elección de los demás capitulares, como reconoció don Camilo Torres (2). Antonio Nariño, por su parte, se opuso a tales disposiciones clamando por que se hablase "de la virtud y el mérito para los empleos, sin que las riquezas sirvan de medida para las elecciones" (3).
     En los años siguientes se dictaron una serie de constituciones que seguían el aire turbulento de los tiempos, antes y después de la reconquista española y  del logro de una independencia real por la vía de las armas; constituciones, unas de corte federalista, otras centralistas, con el sistema de elección indirecta en su mayoría y voto restringido. Llegaron las ideas liberales a la Nueva Granada y chocaron con las  tradicionalistas. Chocó Bolívar y su ejército, con Santander y su idea del orden civil. Surgieron los partidos políticos, liberal y conservador, y la gente se adhirió a uno y otro, más por tradición y por lealtades hereditarias (4), que por convicción o conocimiento, sin que existiese solidaridad social alguna, ni concordancia entre la realidad nacional y las ideas importadas. 
     La Constitución de 1853 (centro-federal)  abolió la esclavitud y  concedió ciudadanía y, por tanto,  derecho a votar, a los varones casados o que hubiesen sido casados, mayores de 21 años. En 1863 (Estados Unidos de Colombia), se proclamó la soberanía de los estados de la Unión y se listaron de manera perfecta los derechos individuales, apoderándose la utopía del país(5). En 1886 tuvo lugar la "regeneración" de Núñez y se dictó una nueva constitución, de corte centralista, que perduró, con sus reformas, hasta 1991.
     Pero aún en 1886, solamente tenían la calidad de ciudadanos los varones mayores de 21 años que ejerciesen alguna profesión u oficio, o que tuviesen medios de subsistencia, y supiesen leer y escribir. Votaban directamente para escoger representantes, y votaban por electores para escoger Presidente y Vicepresidente. Los senadores eran elegidos por las asambleas departamentales.  En 1910 se instauró el voto directo para Presidente, y en 1936 se estableció el sufragio universal, aun cuando masculino. Sólo hasta 1954, durante el mandato del general Rojas Pinilla, se le concedió el derecho a votar a las mujeres, que ejercieron por primera vez en 1957.
     La Constitución de 1991  que nos rige,  dice que el voto es un derecho y un deber ciudadanos. Es un derecho alcanzado luego de una larga lucha, como se ha visto, y que implica responsabilidades;  y es  un deber que conlleva el respeto a las autoridades legítimamente elegidas y la participación en la vida política, cívica y comunitaria del país (6). 
     ¿Cómo ejercer ese derecho en las elecciones del 2010? Aún no existe una educación política en la mayoría de los colombianos; aún una gran masa está sujeta a los arbitrios de los "caciques políticos"; aún la lucha por el poder tiene móviles subjetivos y personales. Pero aún si no sabemos de política, sí sabemos qué le haría bien al país y a nosotros mismos: menos corruptelas, menos robos, más servicios esenciales y no esenciales, rectitud, corrección y conocimiento al servicio de la causa pública. Prestemos atención a quiénes han hecho qué durante sus tránsitos por el poder y escojamos libremente, a conciencia. Una dádiva a cambio de nuestro voto implica años de servidumbre, otra vez, como en el pasado, echando por tierra siglos de lucha, haciendo inútil el camino andado, perpetuando los vicios que nos mantienen postrados como nación.

Por: Silvia Reyes Cepeda

Citas: (1) Indalecio Liévano Aguirre: Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Editorial Intermedio, Bogotá, 2002, Tomo I, página 504.
(2) En carta dirigida a don Marcelo Tenorio; citada por Liévano Aguirre, op cit., página 566.
(3) Proyecto de Constitución para Colombia de Antonio Nariño, en op cit, página 567.
(4) Fernando Guillén Martínez: El poder político en Colombia, Editorial Planeta, Bogotá, 2008
(5) Luis Carlos Sáchica: Nuevo constitucionalismo colombiano, Editorial Temis, Bogotá, 1996, página 85
(6) Constitución Política de 1991, artículos 95 y 258