martes, 29 de marzo de 2011

Tristeza Moral

En la revista Semana que está circulando desde el domingo 27 de marzo, un lector, el doctor Orlando Mejía Rivera envía una carta en donde anota que a sus estudiantes de Etica y Medicina les dice con tristeza que la ética, en nuestro país, hace parte más bien de un curso de ciencia ficción y no de filosofía política. Y realmente es triste esta realidad moral de la sociedad colombiana.
Me parece valioso compartir su escrito con mis lectores. En el mismo sentido, el doctor Fernando Cepeda, en alguna columna periodística, había señalado que la corrupción comenzaba con el niño que se copiaba en los exámenes, con el joven que se colaba en una fila. Y sí, ahí empieza, cuando pensamos que es de inteligentes "ser vivos", sin importar si pisoteamos los derechos de los demás, y termina cuando consideramos que las cosas públicas no son de nadie y podemos apropiárnoslas sin reatos de conciencia, aún si se daña a una sociedad entera.
Aún me hierve la sangre cuando recuerdo la famosa frase del señor Nule de que "la corrupción es innata al ser humano"; me ofende profundamente que un corrupto pretenda que todos somos iguales a él. No, señor Nule, la corrupción no es innata al ser humano, repase a Epicuro y a los Hedonistas y de pronto se dará cuenta de la grosera tergiversación que ha hecho de sus teorías filosóficas sobre el hombre.

"Permisividad colectiva
Soy profesor universitario de Ética, además de profesor de Medicina, y desde hace varios años les expreso, con ironía y tristeza, a mis estudiantes: “En Colombia este curso hace parte de la literatura de ciencia-ficción y no de la filosofía política”. Pero para llegar a ese estado de “corrupción institucional” como ustedes lo han denunciado (SEMANA #1505), se tuvo que comenzar por una permisividad colectiva frente al ‘chanchullero’, que no es más que el admirado arquetipo del ‘astuto’ que desde tiempos de la Colonia ha sido reconocido y premiado. El que se pasa un semáforo en rojo también, si puede, hará fraude en su sitio de trabajo.
A los estudiantes les digo: el que copia en un examen hoy, mañana, si le dan la oportunidad, se robará el presupuesto del hospital que dirige. No existen actos ‘un poquito’ deshonestos o ‘muy’ deshonestos. No hay personas ‘un poquito’ honradas. Solo hay personas honestas o deshonestas y acá no hay variedad de grises. Es ahí donde los colombianos nos equivocamos, es ahí donde la terrible frase de Turbay Ayala de “grados de corrupción” refleja nuestra permisividad con ‘los vivos’ que ya se convirtieron en los verdaderos dueños del país. La cínica frase de uno de los Nule de que “la corrupción es inherente a la naturaleza humana” es el mejor ejemplo de hasta dónde hemos llegado.
Orlando Mejía Rivera
Manizales"

lunes, 14 de marzo de 2011

Las tortuosas calles de la memoria

CALLE DE LAS TIENDAS OSCURAS
Patrick Modiano
Editorial Anagrama
Edición 2009
Premio Goncourt 1978


Un hombre perdió totalmente su memoria hace diez años; en los últimos ocho, trabajó con el detective al que acudió en demanda de ayuda y que ahora se ha jubilado. El hombre se queda en París a seguir una pista de su pasado, un nombre, alguien que tal vez lo recuerde y le pueda contar de él mismo. Emplea las técnicas de investigación privada de la agencia, sigue datos, busca personas a veces tan perdidas como él, busca lo que fue su vida en la memoria de los otros, moviéndose en una atmósfera similar a la de los sueños cuando uno se despierta y quiere atrapar algo que siempre se escapa, algo etéreo, inasible, como el destello de una luciérnaga que pasa.
Patrick Modiano1 (Boulogne-Billancourt, 1945), considerado como uno de los mejores escritores franceses vivos, cuenta en una entrevista a La Vanguardia, que "estaba obsesionado con el hecho de que a menudo, de nuestras vidas, sólo quedan algunas briznas: unas pocas fotos, alguna agenda, los testigos desaparecen, y los que quedan dan falsas indicaciones, sus recuerdos no son exactos"2. 
De eso se trata este maravilloso libro, de las cosas que ya no existen, de gente que desaparece sin dejar rastro, de la fugacidad de la vida y de las trampas de la memoria, contra lo cual peleamos tratando de salvar un trozo de nuestro pasado, un retazo de vida que nos quite esa sensación de no ser nada.
Escrito en un estilo escueto, preciso, en el que emplea recursos distintos, como el collage que debe armar un detective, el libro nos sumerge en el mundo nebuloso de los recuerdos perdidos y que empiezan poco a poco a volver, pero no sabremos nunca si son los verdaderos, o si son los que inventamos para no hundirnos en la oscuridad.

1: Otras obras del autor: Un Pedigrí. En el Café de la Juventud Perdida. Los Bulevares Periféricos (1971, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa).La Place de l'Étoile (1968, premio Roger Nimier y premio Fénéon).Villa Triste, y otras más.