jueves, 2 de octubre de 2014

La odisea de llegar al trabajo en Bogotá

CATARSIS URGENTE


Con un suspiro de resignación, tomo mi auto para ir a la oficina. Son las 9:10 am y debo recorrer 50 cuadras más o menos que, con un tráfico decente, tomaría máximo 20 minutos. Tomo la carrera 11, que parece haberse desatrancado, pero no, es una ilusión: en la 116 para tomar el puente, el nudo es tal que decido seguir derecho y coger la avenida 15. 
Carrera 11 al sur desde la 124,
8:00 am

Paso lento por la 11 para tomar la 30, pues la avenida se convierte en una sola vía. Los que construyen vías en esta ciudad no tienen en cuenta el volumen de carros y simplemente angostan una avenida para que pase un carro por vez. Eso sucede en la 116 y en la 127 para tomar la 7a.
Calle 127 para tomar la 7a


Tomo la 106: trancón hasta la 15, avance, frene, avance, frene. Por fin la 15, pero el round point es, como siempre, un caos. Hileras de buses azules del SITP, todos vacíos, inundan las vías, peleándose el espacio con los buses viejos. Salen todos al tiempo, por las mismas rutas y paran en los mismos paraderos, o se varan en cualquier calle porque no son sino máquinas viejas pintadas de nuevas. La gente todavía no los toma porque creo que no entienden los mapas de las rutas que, además, hay que consultar en internet; para rematar, llevan unos rótulos de destino que quién sabe dónde quedarán.
Round point calle 100 con 15

En la 100 con 15 confluyen más o menos 9 vías hacia el oriente, pero hay que pasar por un espacio de un carril para seguir hacia la 7a, espacio en donde paran los buses a recoger y dejar pasajeros, justo junto al letrero que lo prohíbe.

Por la 100 hacia la 11, el tráfico es lento, caótico, hay parqueados en la vía, unos huecos que parecen trincheras, la eterna obra de la 11 que reduce en dos los carriles de la avenida, y unos tipos de chaleco verde, que no son policías, agitando la mano como si con eso uno pudiera ir más rápido. 

Llevo media hora o más de camino y he recorrido 24 cuadras; no hay un solo policía de tránsito; claro, ya terminó el pico y placa, ya pusieron multas, y se fueron; nadie dirige ni controla el tránsito en esta ciudad; los únicos que avanzan son las motos, y las de la policía de tránsito por supuesto, que van culebreando entre los carros como cualquier motociclista, inmunes al trancón, no les dice nada, no es con ellos.
Calle 100 y detrás de estos SITP
 hay 5 más en cola

Por la avenida 11 se logra avanzar un poco más rápido hasta que desaparece la avenida y se convierte en una sola calle a la altura de la 82; otra vez a pelear el espacio, a avanzar entre los buses, a paso lento. Más huecos en la calle 74 y, por fin, puedo entrar a mi oficina. Una hora exacta me ha tomado esta odisea que cada día es peor.

La alcaldía tiene una secretaría que es de Inmovilidad creciente; tiene policías de tránsito que solo ponen multas, olvidando que su función constitucional es prevenir la contravención y no esperar a que suceda para sancionar. Y ha inundado la ciudad de buses del SITP, azules, rojos y naranjas, sin haber sacado a los buses viejos; restringió un carril de la 7a solo para los buses, pero éstos se salen cuando quieren e invaden los otros; y amenaza con multas a los particulares que tomen ese carril exclusivo; más multas, porque se necesitan para que la Secretaría de Inmovilidad continúe inmóvil. 

Bogotá está fea, sucia, llena de huecos, insegura, las paredes pintorrejeadas por vándalos y supuestos artistas callejeros que pintan mamarrachos hasta en los monumentos y estatuas. Es una ciudad sin autoridad desde que se fue Peñalosa; una ciudad en donde estamos solos los ciudadanos, solos con nuestra desesperación y nuestra angustia, soñando con salir de ella en algún momento, porque ya no es acogedora ni amable ni bonita.

Esta catarsis escrita era necesaria para no morir envenenada.
Carrera 7a entre calles 127 y 124