viernes, 23 de abril de 2010

Un largo mes de agosto

AGOSTO
Rubem Fonseca
Editorial Norma
3a edición, 2007

Río de Janeiro, agosto de 1954: un empresario asesinado; un cuerpo de policía comprado por los bicheiros, apostadores ilegales, menos uno, el comisario Alberto Mattos, cuya honestidad "era considerada por los contraventores como una peligrosa manifestación de orgullo y demencia"; un aviador asesinado en un atentado contra el candidato de la oposición, que aprovecha el incidente para levantar a las fuerzas armadas contra el presidente golpista Getúlio Vargas y "el mar de fango" que inunda al país; políticos que han lucrado a la sombra de Vargas;   que, incluso,  han mandado asesinar para encubrir sus faltas,  y buscan cambiarse de bando según el curso de los vientos; abusos, violencia social, marginalidad; éste es el ámbito en que se desenvuelve esta obra de Rubem Fonseca (Brasil, 1925), Agosto, publicada por primera vez en 1990,  una mezcla de novela negra y novela histórica que desenmascara toda la podredumbre de una sociedad que medra a la sombra del poder o se aprovecha de su ineficiencia y de su corrupción, y que tiene cierto aire que nos es familiar a los latinoamericanos.
Paralela a la crisis del gobierno, se desenvuelve la crisis personal del comisario Mattos, un personaje frío y desencantado y sin embargo humano, cumplidor riguroso de la ley aun cuando dude de si ello logra hacer mejor el mundo, incómodo para sus superiores por su rectitud, y para los investigados, por su seca persistencia.
Rubem Fonseca, abogado, escritor, periodista, crítico de cine, es considerado uno de los más importantes autores brasileños  vivos; ha ganado numerosos premios, entre ellos el Premio Camoens al conjunto de su obra (2003), y el premio Juan Rulfo (2003). 
Dice que un escritor debe tener el coraje de mostrar lo que la mayoría de la gente teme decir. Como un llamado a la conciencia, diría yo, con un atisbo de esperanza; sólo que los corruptos, o no leen estos libros,o no aprenden nada de ellos.

domingo, 11 de abril de 2010

Una sola duda, mancha

Al Congreso de la República han arribado, al parecer, personas de dudosa transparencia, o representantes del narcotráfico, que tanto mal le ha hecho a esta sociedad, o del paramilitarismo, con su carga de violencia. No superamos el reto de elegir correctamente. Alguien dijo en una columna periodística que teníamos la suerte que merecíamos. Yo no lo creo así. No creo que el pueblo colombiano se merezca esta suerte. Muy lentamente va abriéndose paso el voto de opinión, y será mucho mayor cuanto mayor y mejor sea la educación de la gente. Hay que exigirle a los gobiernos mayor inversión en educación. Es lo único que nos puede sacar de la pobreza, que pasa del 50% de la población, lo cual es un escándalo.
Y es, también,  lo único que nos puede brindar criterios para decidir nuestra suerte y nuestro futuro y rechazar, así, la compra de nuestro destino por unos pesos mal habidos, o por unas tejas o unos ladrillos. Desde siempre, algunos gamonales políticos -mal llamados dirigentes- han incentivado, para su provecho, la continuidad del pueblo en la ignorancia y la pobreza, porque eso permite perpetuar los vicios electorales, y mantener  el mismo estado de cosas. Y si ahora cuentan con dineros de dudosa procedencia, las posibilidades de fraude se incrementan.
Entonces, no es que el pueblo reciba la suerte que se merece; es que no ha tenido la oportunidad de conocer, de aprender, de ver más allá de su inmediata necesidad que otros explotan.
Por otro lado, si bien no existen en Colombia los llamados delitos de sangre, esto es, si las culpas no se trasladan a otros, sí debería existir un código de ética aplicable a casos como éstos; también la sociedad entera debería aplicar el ostracismo político que practicaron los antiguos atenienses, y extenderlo al ámbito social. Porque una sola duda, mancha la institucionalidad toda del Congreso de la República.

Fotografía: tomada de Semana.com, edición N° 1453.

domingo, 4 de abril de 2010

En busca de la belleza del mundo

LA ELEGANCIA DEL ERIZO
Muriel Barbery
Editorial Seix Barral

Paloma Josse es una niña de 12 años de edad, dotada de una inteligencia poco común para su edad, que se esconde del mundo para no participar de la banalidad que la rodea. Escribe dos diarios: uno,  es de ideas profundas, en las que juega a ser lo que es, una intelectual,  y otro,  sobre el movimiento del mundo,  las obras maestras de la materia, bellas o estéticas,  para compensar el primero que califica como su "gloria espiritual". Planea suicidarse a los 13 años y quemar la casa de sus padres, para que salgan a la fuerza de la pecera en que se mueven y vean a los demás.
En su elegante edificio, trabaja como portera Reneé Michel, de 54 años, una mujer pobre, fea y jorobada que ama el Arte y la belleza; lee a Tolstoy y a los grandes filósofos, y admira a los pintores holandeses, sobre todo las naturalezas muertas que "encarnan la quintaesencia del Arte, esta certeza de lo intemporal". También disimula su inteligencia y su cultura tras la fachada de un portera malhumorada y corriente, con temor a ser descubierta y acusada de querer entrar a un círculo al que no pertenece. El Arte, para ella, "tiene como misión hacer soportable el cumplimiento de nuestros deberes vitales".
Al morir uno de los habitantes del edificio, un crítico gastronómico,  se muda a su piso un rico cineasta japonés, viudo y perspicaz, que las hace sentir que existen, que son importantes. Descubre la real naturaleza de la señora Michel y de Paloma y, por su conducto, se ponen en contacto y traban una amistad que les hará crecer y cambiar su concepción desesperanzada del mundo.
Paloma observa que la señora Michel "tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza", pero intuye que "por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes".
La novela se desarrolla a través de los diarios de las dos protagonistas, un recurso intimista que nos muestra su soledad de seres distintos en una sociedad indiferente, seres inteligentes a los que, sin embargo, les falta el calor de la amistad sincera y pura, ésa que permite ver al otro, reconocerlo, reconocerse en él, y amarlo como es.
El libro es hermoso, aun cuando a ratos se hace un tanto pesado, sobre todo cuando las protagonistas disertan sobre filosofía o gramática como eruditas, lo cual no son, ya que Paloma es una niña, inteligente, pero niña, y Renée es una persona culta autodidacta. En esos momentos, los personajes pierden coherencia. No obstante, su búsqueda de la belleza de este mundo a través de los libros, de las obras de arte, de una camelia sobre un muro o de una rosa que cae en silencio sobre un estante, es un bálsamo para el espíritu.
De la autora, Muriel Barbury, se conoce poco. Nació en Casablanca en 1969, y ha sido profesora de filosofía en la Universidad de Borgoña. Se le conocen dos obras más: "Una Golosina", y "Rapsodia Gourmet", en los que el personaje es un crítico gastronómico, personaje que también figura en "La Elegancia del Erizo". Vale la pena seguirle la pista a esta escritora que nos ofrece una obra de gran hondura humana y poética.