jueves, 24 de abril de 2014

Palabras al viento

Hace veinte años, en julio de 1994, se le entregó al entonces Presidente de la República, César Gaviria, el Informe de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo elaborado por diez sabios: Fernando Chaparro, investigador sobre ciencias sociales y el agro; Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura; Rodrigo Gutiérrez, economista y líder industrial; el neurofisiólogo e investigador Rodolfo Llinás; el abogado e historiador Marco Palacios; el científico Manuel Elkin Patarroyo; Eduardo Posada, físico; Angela Restrepo, microbióloga; Carlos Eduardo Vasco, filósofo, físico y matemático y Eduardo Aldana Valdés, ingeniero civil y doctor en sistemas urbanos. (http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-178907)

García Márquez señaló en el prólogo: “La misión de la ciencia, la educación y el desarrollo no ha pretendido una respuesta, pero ha querido diseñar una carta de navegación que tal vez ayude a encontrarla. Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la cuna  hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quienes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética -y tal vez una estética- para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel  Aureliano Buendía (Cien Años de Soledad). Por el país próspero y justo que soñamos: al alcance de  los niños”. Hizo, además, un apabullante retrato de los colombianos, que bien vale la pena repasar.
Archivo de El Espectador

Rodolfo Llinás, por su parte, dijo en ese informe: “Colombia reconoce por fin la crisis en que se encuentra su sistema de ciencia, tecnología y educación y busca, como garantía de un futuro mejor, la reestructuración de tales sistemas. Las carencias en capital humano capacitado, sistemas educativos de calidad con amplia cobertura y la inadecuada educación científica para el desarrollo, no permiten actualmente asumir los retos organizativos y culturales del presente y del futuro en Colombia. Está situación, conjugada con ciertas estructuras internacionales, constituyen serios obstáculos para el desarrollo actual del país”.
(Tomado de http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/unip/article/viewFile/1819/1487)

"La responsabilidad de hacer que las organizaciones colombianas aprendan permanentemente,de manera creativa y auto-transformadora," -dice el Informe de la Misión- "recae sobre sus líderes y administradores. Ellos tienen a su alcance una tecnología de gestión para transformarlas, lo que es requisito indispensable para que la educación, la generación de conocimientos científicos y tecnológicos y el desarrollo se hagan realidad."

Sin embargo hoy, veinte años después, y con los tristes resultados de las pruebas Pisa y de conocimiento, vemos que, como todo estudio que se hace en Colombia, no se aplica, son puras palabras al viento. La educación sigue siendo deficiente, por decir lo menos, y nuestros niños cada vez están menos preparados para afrontar los retos de un mundo en desarrollo.

Continuamos quedándonos en el símbolo y en el homenaje, sin ahondar en el contenido. 
¡Qué lástima que se desperdicie de esa manera el tiempo y las palabras de los sabios!

martes, 22 de abril de 2014

Al encuentro de los amigos

Fotografía tomada del libro La Cueva, de Heriberto Fiorillo

lunes, 14 de abril de 2014

Años de Luz

AÑOS LUZ
James Salter
Narrativa Salamandra


Viri y Nedra tienen un matrimonio que parece perfecto, una hermosa casa en un bosque junto al río Hudson, una casa a donde "la luz llegaba en silencio" por las mañanas; amigos, veladas junto al fuego en invierno, o juntó al mar en verano, libros, flores. Tienen dos hijas, quieren que ellas tengan lo imposible, "no en el sentido de lo inalcanzable, sino en el sentido de lo puro", que su vida en pareja sea "una ilustración de la vida para sus hijas".

"La vida es el tiempo que hace", pero no hay vida completa, no para Viri y Nedra; él es un poco anodino, sueña con un momento de fama, con llegar a ser "crucial para la familia humana". Ella es exuberante, hermosa, se bebe la vida a tragos largos, la degusta, sueña con ser libre en el sentido de conquistarse a sí misma, una libertad que "estaba destinada solamente a quienes lo arriesgarán todo por conseguirla, a quienes eran conscientes de que sin ella la vida consistía únicamente en apetitos hasta que te quedabas sin dientes"; Nedra le tiene miedo a "la vida ordinaria".

James Salter, (Nueva York, 1925), nos describe esta vida aparentemente perfecta y cómo se va agrietando imperceptiblemente, cómo empieza a irse la luz, cómo, sin decirlo, se va colando  una tristeza, una melancolía sin nombre. De pronto es el tiempo que pasa, de pronto son los amigos que se van, de pronto es que se ha apurado la copa de la vida y ya no queda nada.

Es este un hermoso libro, escrito con un estilo de frases cortas, descripciones del paisaje, de la luz, diálogos concisos, con lo cual se estructura el rompecabezas de una vida. El narrador nos involucra, pues habla en plural, nos hace testigos de cómo van cambiando las estaciones, los árboles, los amigos, las hijas de Viri y Nedra, las emociones y los sueños. En el trasfondo, siempre presentes, la soledad y el miedo a la soledad, y "esta terrible dependencia de otros, esta necesidad de amar".
Al final, nos queda el alma llena de imágenes, pero también cierta tristeza, porque aquellos años luminosos van quedando atrás. 

Salter ha escrito obras como Juego y Distracción, En Solitario, Anochecer, un libro de relatos y sus memoras, Quemar los Días. Ha recibido numerosos premios, entre ellos el PEN/Faulkner, el PEN/Malamud, el premio Hadada y el Windham Campbell en 2013.