lunes, 4 de enero de 2010

"Millenium" sin literatura



La trilogía “Millenium”:
Los hombres que no amaban a las mujeres.
La chica que soñaba con un bidón de gasolina y un cerillo.
La reina en el palacio de las corrientes de aire.

Autor: Stieg Larsson
Editorial Destino

Por:Silvia Reyes Cepeda

Mikael Blonkvist, director de una revista –Millenium– especializada en ventilar casos de corrupción en Suecia, acepta investigar la desaparición de la sobrina del millonario Henrik Vanger, a cambio de que éste le suministre información para destapar los negocios sucios de un industrial. En esta tarea, recibe la colaboración de una extraña chica, Lisbeth Salander, empleada a destajo en una empresa de seguridad. Lisbeth es antisocial, poco comunicativa y violenta, pero es una experta hacker y una matemática amateur. Juntos, localizan a la sobrina, y descubren una sórdida historia de incesto y violencia familiar. Con la información que recibe Mikael, denuncia el emporio de corrupción del industrial. Lisbeth aprovecha sus dotes de hacker y  le roba una gran suma de dinero sin que nadie lo sepa, lo que le permitirá vivir con holgura y adquirir bienes que nunca habría podido tener. Ella no cree en la autoridad, ni en la justicia del sistema, sino en lo que pueda hacer ella por sí misma. Ha sido víctima de abusos desde su infancia y eso parece justificar sus actitudes.

El autor utiliza un lenguaje periodístico y policial que describe de manera minuciosa todos los detalles, como los equipos electrónicos que utilizan los protagonistas, lo que compran, dónde comen y beben, qué consumen, dónde viven. Es un estilo práctico y conciso, rápido y directo, realista, sin figuras literarias; aquí no encontraremos metáforas ni juegos de lenguaje, ni descripciones elevadas; sólo violencia, violencia explícita física, síquica y sexual; la historia desnuda los abusos contra las mujeres, el tráfico de drogas y de mujeres para prostitución mediante engaños, la corrupción en las esferas de poder político y económico, las profundas raíces de odios políticos, el poder de los medios de comunicación, y todo ello en una sociedad que uno pensaría que está en un nivel de desarrollo tal que no permite que estas cosas sucedan. La obra nos revela una Suecia que en otras latitudes desconocemos, y de la cual tenemos una imagen, por lo visto idealizada, de alto desarrollo, educación y bajos niveles de corrupción.

Stieg Larsson (Suecia 1954-2004), según los datos que figuran en su página web, era un periodista y reportero de guerra muy conocido como experto en los grupos de la extrema derecha antidemocrática; participó a mediados de los ochenta en la fundación del proyecto anti-violencia Stop the Racism, al que siguió en 1995 la Expo Foundation, de cuya revista Expo fue director. Murió intempestivamente poco después de entregar el tercer libro a su editor y antes de ver publicada su primera novela, hecho que ha sido utilizado como un disparador de las ventas de la trilogía, y cuyo éxito lo ha colocado a la cabeza de los autores de la llamada novela negra.

Sin embargo, desde el punto de vista de la ética social, hay un tema en el fondo que resulta preocupante, y es que “el crimen paga”. Lisbeth obtiene lo que quiere por la vía de un robo; a un ladrón, a un corrupto, cierto, pero robo al fin y al cabo, que nunca es descubierto, lo que le permite vivir el resto de su vida sin preocupaciones materiales; es una joven sin educación distinta de la autodidacta, sin trabajo permanente, que vive al margen de la sociedad a la que confronta de manera permanente; cuenta con grandes habilidades informáticas con las que se mueve en los límites de la legalidad, sobrepasándolos casi siempre; y ha sido víctima “del sistema”, casi que por razones de Estado, lo que conduce a ser indemnizada en cierto modo; pero queda la sensación de que esa victimización justifica cualquier cosa.

Si bien la labor de los escritores no es escribir historias con moralejas educativas, no se puede negar que tienen cierta responsabilidad frente a su público lector, sobre todo si éste está conformado por jóvenes, muchos como Lisbeth Salander, con grandes deseos de tener dinero y cosas materiales con poco esfuerzo sin importar si las vías son legales o no, responsabilidad que es mucho mayor si se trata de un autor de éxito, así sea póstumo.

La sociedad actual se mueve en un ámbito de violencia de todo tipo, y eso lo refleja la obra de Larsson, pero se queda allí, mostrándola apenas, y justificando de cierta manera las respuestas violentas a esa violencia que nos rodea y la negociación de los principios éticos vitales como instrumento de supervivencia.

La historia es impactante, atrapa al lector, quien tiene que seguir leyendo de manera frenética para saber qué pasa, lo cual es el deseo de todos los escritores; el lenguaje visual y detallista hace posible “ver” la película o la serie televisiva para las que parecen haber sido escritos. Sí, son libros escritos para convertirse en guiones de cine; y se venden, han sido un éxito de mercado, tal vez por la fórmula de mezclar realidad social, violencia, sexo, consumismo y transgresión de las normas legales y sociales, o por cierta tendencia del posmodernismo de diluir las distinciones entre cultura “alta” y cultura “popular”, o por una labor de “marketing” que utiliza la muerte trágica y temprana del autor y su propia profesión y vida, enlazándola con la del protagonista. Pero se echa de menos la literatura. Larsson no es Dashiel Hammet, no es Simenon, no es Chesterton, no es Borges, ni mucho menos, Poe. No queda nada para la imaginación; es pura acción, nada más, acción violenta.