domingo, 20 de junio de 2010

Memorial del Maestro

MEMORIAL DEL CONVENTO
José Saramago
Editorial Alfaguara

De los libros que he leído de José Saramago (1922-2010), el que más me gusta es éste, Memorial del Convento, por su imaginación desbordada, por la riqueza de su vocabulario, por esa fina ironía para tratar los temas de Dios  -"contradicción insoluble"-, de la religión "que le  han hecho",  del protocolo real y eclesiástico para asombrar a la gente del común;  por su estilo poético, al tiempo caviloso con el lector, y por los diálogos sin guiones ni espacios ni cambios de líneas, que tornan más dinámicos a los personajes.
La historia que narra es maravillosa y dura al tiempo, por el contraste entre los que todo lo tienen y los que no tienen nada, sino pesares y hambre. El rey Juan V de Portugal (1706-1750) ha prometido construirle un convento a la comunidad religiosa que le asegure, con sus rezos suponemos, un heredero, pues de la reina María Ana Josefa de Austria  se murmura en la corte que es muy probable "que sea machorra", ya que de las virtudes viriles del rey no se puede dudar. La intermediación con Dios la asegura un fraile franciscano, si se construye un convento en Mafra. El rey acepta, y la reina concibe una niña, luego un varón que muere a los pocos meses, y luego más hijos hasta completar seis; la reina resulta ser una "devota paridora que vino al mundo sólo para eso".
Al tiempo que empiezan las obras del convento, el cura Bartolomé Lorenzo, luego de Guzmán al titularse como doctor en cánones, construye una máquina para volar, cuyo elemento secreto son las voluntades humanas recogidas en frascos en cuyo fondo hay un trozo de ámbar, y que suelen abandonar los cuerpos cuando mueren. Blimunda Sietelunas, hija de una mujer condenada al exilio en Angola por la Santa Inquisición por tener visiones del futuro,  tiene el don de mirar el interior de las cosas y de los hombres mientras esté en ayunas y no esté mudando el cuarto de luna. Ella será la encargada de recoger las voluntades que abandonen a los hombres durante la gran peste que azotará Lisboa. El padre Bartolomé le dice a Blimunda que la voluntad es como una nube cerrada que se posa sobre la boca del estómago.  La acompaña Baltasar Mateus, apodado el Sietesoles, soldado que volvió de las guerras con Francia sin la mano izquierda -que tampoco tiene Dios porque los justos siempre se sientan a su diestra y por tanto no necesita la izquierda- sin pensión y sin trabajo. 
La máquina vuela porque el sol atrae al éter, compuesto de las voluntades de los hombres que sostienen al cielo y  las estrellas; el éter atrae al ámbar y el ámbar a las láminas de metal; y así, salen volando un día de septiembre, huyendo el padre de la Inquisición que quiere preguntarle  por sus dudas sobre la Trinidad de Dios, y Baltasar y Blimunda por solidaridad, o porque no tienen a dónde ir.  La máquina cae con la noche, porque sin el sol no puede volar,  y el cura pretende quemarla en un arranque de locura, mas Baltasar se lo impide, pues no puede quemar un sueño y menos si es colectivo, anoto yo. 
Dice Saramago en esta obra mágica que "aparte de la conversación de las mujeres, son los sueños los que sostienen al mundo en su órbita". Y es de sueños de que trata el libro, sueños de libertad, sueños de justicia, sueños de igualdad, sueños de amor.
Ahora el Maestro se ha ido, pero nos ha dejado su voz, su exquisita literatura, su inconformismo con la religión que le han hecho a Dios, sus cuestionamientos al mismo Dios por no haber hecho a los hombres iguales, su poesía. Por todo ello, nunca morirá y, quién sabe, de pronto está ya sentado a la diestra de Dios, junto a los justos.

Fotografía: Basílica de Mafra, Nave Central, tomada de www.viajeuniversal.com/portugal/mafra...
José Saramago en Bogotá, tomada de http://www.ciudadviva.gov.co/agosto07/magazine/3/index.php