jueves, 12 de diciembre de 2013

La fuerza de los símbolos

LA PROMESA DEL ÁNGEL
Frederic Lenoir y Violette Cabesos
Editorial De Bolsillo
2004


Una joven arqueóloga, especialista en el período románico de la Edad Media, tiene una particular e íntima vinculación con Fray Román, un monje benedictino asesinado en 1063 en la abadía del Monte San Miguel, a quien debe restituirle su cabeza decapitada para que el arcángel San Miguel, el que pesa las almas, el primero de los ángeles, le permita el acceso al cielo.

Pero el Monte encierra un secreto milenario desde sus orígenes celtas, y aún el el siglo XXI hay guardianes encargados de velar porque se conserve el secreto.

En una historia apasionante, los autores van contando la historia del monje y de la construcción de la abadía,  y la historia de la búsqueda de la arqueóloga, que es una búsqueda de sí misma, sondeando sueños y piedras antiguas, buscando su verdadero ser.  Y en medio de la trama, asistimos  al tejido de las leyendas  que se superponen unas a otras, pues las leyendas cristianas tienen su fundamento en leyendas paganas que los monjes fundieron para agilizar la cristianización de Europa en los primeros siglos después de Jesucristo. 
Fotografía tomada de megaconstrucciones.net

Frederic Lenoir (Francia, 1962), como anoté en el comentario al libro El Alma del Mundo, es filósofo, experto en religiones. Violette Cabesos (Paris, 1970), también escritora, recibió con este libro el Prix des Maisons de la Presse en 2004.

La novela, más que un thriller, aunque también tiene una buena dosis de suspenso,  retoma los temas de Lenoir sobre la existencia de unos principios y valores universales, comunes a todas las religiones, y sobre cómo la vanidad, el orgullo y la intolerancia, conducen a la muerte, al desamor, a la soledad, así como el pretender vivir en "medias aguas", en mundos intermedios, conduce a evitar comprometerse  con la vida y con todo lo que ella apareja, lo cual también puede ser un pecado.

Es, también, un repaso al simbolismo que regía todos los actos en la Edad Media, simbolismo no solo cristiano, sino también celta, druídico, que se refleja en los sitios sagrados, sean grutas o abadías, y en éstas, la arquitectura lo recoge de una manera soberbia. Como explica Johanna, la arqueóloga, "por su forma, el medio punto, curvatura perfecta a imagen y semejanza de la bóveda celeste, que deja entrar poca luz del exterior, obliga al hombre a descender al interior de sí mismo, a mostrarse humilde, a replegarse en sí mismo al igual que está replegada en sí misma la iglesia románica, para sondear sus profundidades y elevarse a continuación por encima del mundo terrestre, imperfecto por naturaleza, hacia el reino celestial, que es la única finalidad de la vida en la tierra. Al cortar el medio punto por el centro, el arco apuntado parte en dos la bóveda celeste y eleva el arco en el espacio, por encima del arco románico puro, dejando entrar la luz: es una ruptura filosófica capital, el advenimiento de la dualidad. Se parten los arcos del cielo y el mundo profano, terrestre, temporal, penetra en la iglesia y en el hombre, lo que significa un cambio radical de punto de vista".
Ilustración de la abadía tomada del libro
La iglesia abacial que construirán los benedictinos "se parecerá a la Jerusalén terrestre y a la Jerusalén celeste, como un símbolo que las una en el orden natural del mundo; recordará el principio y anunciará el fin, estará entre la tierra y el cielo, será esperanza porque encarnará la promesa de la vida eterna." 

En el siglo XI todo es símbolo, dice Johanna, y solo entendiendo la fe de la época, podrán entenderse los símbolos y descubrir el misterio que  se encierra entre las piedras antiguas.