miércoles, 16 de noviembre de 2016

Las pasiones del alma

EL CASTILLO DE DIAMANTE
Juan Manuel de la Prada
Espasa Editores
2015

Teresa de Cepeda y Ahumada tenía un castillo de diamante en el alma, en cuyo centro hay una alcoba "donde mora Dios, y en su derredor hay otras muchas alcobas que el alma debe ir recorriendo, hasta llegar a ese centro gustoso, y quedarse allí, encantada de Dios". Cuando se entra en el castillo, "cada uno se va quedando en la alcoba que mejor se acomoda a su trato con Dios, según su grado de exigencia, o según lo que Dios dispone, puesto que Él es quien nos lleva de la mano, aunque nosotros pensemos que llevamos las riendas en esta aventura. Y si muchos terminan confundiendo las moradas del castillo con un laberinto es precisamente porque por soberbia no se dejan conducir mansamente, o por creerse alumbrados por una ciencia superior al común de los mortales."

Ana de Mendoza, princesa de Éboli, era precisamente eso, una mujer soberbia, dominante, que quería poseer esos dones espirituales que Dios le daba a Teresa. La había visto durante un éxtasis, observando con asombro cómo un hermoso ángel le traspasaba el corazón con un dardo de oro, y nunca pudo olvidar esa imagen. Teresa  describiría esa experiencia en su Libro de la Vida, escrito a instancias de su confesor.
Extasis de Santa Teresa,
escultura de Bernini

En 1562, Teresa  recibe por fin la autorización del Papa para fundar conventos reformando la antigua orden del Carmelo, los carmelitas descalzos, conventos que daría en llamar palomarcitos, construidos según los planos que Dios le había dado, y que debían funcionar bajo las reglas de  la pobreza, el silencio y la soledad.

En esa época, en la corte del rey Felipe II, las intrigas cortesanas pululaban, así como los ermitaños, los alumbrados, los exaltados en una religión llevada al extremo, los  que querían ser santos haciendo atroces penitencias, las manipulaciones de la religión por los poderosos en su propio beneficio, todo lo que Teresa consideraba un circo, pues a Dios se llegaba amando, nada más.

Juan Manuel de la Prada (Baracaldo, España, 1970) nos cuenta el encuentro de esas dos mujeres, Teresa de Ahumada y Ana de Mendoza, tan distintas, tan parecidas sin embargo, fuertes y empecinadas, cada una en lo suyo: Teresa, que sólo quería la unión con Dios; Ana, que quería un poder ilimitado sobre los demás y, sobre todo, sobre Teresa, a quien obligará a fundar un convento en su ducado de Pastrana, y que no será palomar, sino "nido de alacranes". El estilo de la obra y el lenguaje nos recuerdan la picaresca española y la forma de narrar de Santa Teresa en su propia obra, con lo cual  la coloca en su tiempo, el siglo XVI, que es el siglo de los descubrimientos, de la batalla de Lepanto, de la Armada Invencible, de la imposición del dogma católico y la persecución de los herejes, con la Inquisición al frente, con la que tanto amenazaron a Teresa.
Juan Manuel de la Prada, tomada de
infovaticana.com

De la Prada también le hace guiños literarios al Quijote y a las novelas de caballería de las que parecía gustar Teresa en su juventud, a las que acudirá para explicarle a sus oyentes la aventura de la vida que se solaza en Dios.

Teresa de Jesús fue santificada en 1622, y en 1970 fue designada Doctora de la Iglesia; es la patrona de los escritores. Escribió obras religiosas y poesía, tuvo una vida "quijotesca", fundando conventos por toda España. Y si bien de la Prada la muestra como una mujer de su tiempo, también es cierto que no lo fue, pues se enfrentó a ese tiempo, a sus costumbres, a la ceguedad de los curas, a la ignorancia, a las intrigas del poder, empecinada en sacar adelante, contra viento y marea, las tareas que ordenaba "Su Majestad", quien una vez le había dicho que no quería que tuviera conversaciones con hombres sino con ángeles (Libro de la Vida, capítulo 24).

Aún si no se comparte esa visión de la religión católica, apegada al dogma, al sufrimiento en la vida para gozar en la muerte, no puede uno menos de admirar el espíritu de quienes, con la fe y el entendimiento, supieron trascender por encima del  mundo, iluminándolo.

El autor, "con su primera novela, ‘Las máscaras del héroe’ (1996), ganó el Premio Ojo Crítico de Narrativa de RNE. A partir de ese momento vinieron premios como el Planeta (1997), con ‘La tempestad’, que le valió el reconocimiento de ‘The New Yorker’ como uno de los seis escritores más prometedores de Europa. Con ‘La vida invisible’ (2003) ganó el Premio Primavera y el Premio Nacional de Narrativa. Luego, en el 2007, obtuvo el Premio Biblioteca Breve y el Premio de la Crítica de Castilla y León con la novela ‘El séptimo velo’." (Tomado de http://www.eltiempo.com/entretenimiento/musica-y-libros/juan-manuel-de-prada-presenta-la-novela-el-castillo-de-diamante/16535504)