martes, 3 de diciembre de 2019

Una hermosa nota que comparto




«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.»

Cuando leo este fragmento de la novela de Vladimir Nabokov pienso en el placer de pronunciar algunas palabras. La lengua contra el paladar, contra los dientes, el siseo de las consonantes sonoras, el susurro de las fricativas o el gorjeo aterciopelado de las oclusivas. La fonética y la fonología a menudo son el arte de la seducción y la memoria.

Tenemos palabras favoritas, palabras en las que se desdibujan las razones de nuestra querencia entre fonética, significado o emoción. Apreciamos leerlas, pensarlas, perdernos entre sus curvas, dedicarles diez poemas. Construimos mundos en las cimas de sus picos y remontamos sus olas incesantes. Melancolía no solo es un estado habitual que nos aqueja, nos ronda y nos corteja, es música. Quejumbrosa, atormentada, brumosa, nostálgica, encriptado, lletraferit, malaguanyat, melic, préssec... la lista es larguísima y cambiante. Pero ningún vocablo tan misterioso y rico en matices como aquella saudade que un día nos descubrió Manuel Rivas.

Saudade es una palabra portuguesa y gallega que roza la melancolía. Saudade es tristeza, es nostalgia, es anhelo de recorrer la distancia que nos separa de aquello que amamos; es la llovizna perenne sobre los altos bosques de Galicia, de Irlanda, de Escocia; la bruma de sus mañanas, el gris marengo de sus cielos otoñales; es pérdida, es el hiraeth de los galeses (el añoro del hogar) y la enyorança de mi tierra. Una bella medida de desesperación por aquello tan íntimo perdido, un estado terriblemente hermoso, sereno y delicado, de ausencias que duelen hondo.

Todos tenemos esas palabras fetiches que reconocemos raudos en un texto, como un hechizo pronunciado a media voz que nos encanta. Me pregunto hasta dónde depende nuestro amor por un libro, por un poema, o un escritor, en la medida en la que pulsa esas notas de Hamelin que nos resultan irresistibles. Me gusta mucho la prosa de Rivas y la de Vales, la de Chesterton y la de Pratchett, la de Matute, Scott, Ospina... Lista tan larga como la de sus —¿o eran mis?— palabras que evocan. Otra apuesta azarosa entre pensamiento, lenguaje y emoción que es nuestro uso lector de cada día.


https://monicagutierrezartero.com/

1 comentario:

  1. Que bella descripcion de saborear el lenguaje: sensual, nostalgico, la palabra esencia de lo mas recondito de pensamiento y los sueños. Me gusto lerrye

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