domingo, 8 de noviembre de 2009

Un libro


EL LECTOR
Bernhard Schlink
Editorial Anagrama, Colección Compactos, 18ª edición, 2009


Esta no es una historia de amor entre un adolescente y una mujer mayor. No. Es una historia sobre la culpa, sobre la dualidad entre culpa y comprensión, sobre lo difícil, y a veces imposible, que resulta perdonar. Michael Berg narra la historia desde su madurez, después de muchos años de darle vueltas y cuando “ha vuelto por sí misma con todo detalle, y tan redonda, cerrada y compuesta”, que ya no le entristece.

Una tarde de otoño, viniendo de la escuela, Michael se siente enfermo y se refugia en el portal de un edificio en donde le auxilia una brusca mujer, que cuando él se echa a llorar, lo abraza consoladora diciéndole “chiquillo”. Cuando se recupera, su madre insiste en que vaya a darle las gracias a la mujer; él va llevando un ramo de flores, y de esa visita sólo recuerda el momento cuando ella comenzó a vestirse para acompañarlo, sus posturas y movimientos mientras se ponía las medias veladas apoyando un pie en una silla. La visión de la mujer vistiéndose era “una invitación a olvidar el mundo dentro del cuerpo”, y así, regresa una y otra vez, aprende los secretos del placer, y empieza a amarla como sólo se puede amar a los quince años. El ritual de sus encuentros era “lectura, ducha, amor y luego holgazanear un poco en la cama”.

Ella desaparece un día sin dejar rastro, y al cabo de varios años la encuentra, pero en el estrado de los acusados por crímenes de guerra. Surge la duda, la división del alma; El “quería comprender y al mismo tiempo condenar”.

Schlink, con un lenguaje poético que logra transmitirnos un sordo y callado dolor, nos va llevando por ese sentimiento angustioso que acosó y tal vez, acosa, a la generación alemana de la posguerra, y que se puede resumir en una pregunta: ¿El amor a los padres implica irremediablemente la complicidad con sus culpas?
Amor y condena, amor y culpa por amar, y culpa por no amar lo suficiente. Y las imágenes del pasado que se difuminan, y vuelven cualquier día desde el fondo de la memoria, con su carga intacta de vergüenza y de dolor.

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