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Durante la guerra, países como Colombia y Venezuela rompieron relaciones con las naciones del Eje; Colombia llegó incluso a declarar la guerra a Alemania; Venezuela hizo acuerdos con los Estados Unidos para venderles petróleo, y a pesar de que muchos de sus buques fueron atacados en el Caribe por las "manadas de lobos" alemanas, no le fue tan mal.
En junio de 1945, concluida la guerra, se firmó la Carta de las Naciones Unidas, y en su Preámbulo se dijo que los pueblos de las naciones unidas estaban resueltos "a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles", y "a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos".
Después de todo eso, ¿es posible que un mandatario serio, de cualquier país, amenace a otro con iniciar una guerra? ¿Es tan frágil la memoria que ya olvidó los estragos que las pasiones de los caudillos pueden causar en sus pueblos? La historia y las decisiones de las naciones frente a las consecuencias de tales actos, deben estudiarse, repasarse, para que no vuelvan a ocurrir hechos que lamentar. Para que nuestras generaciones no vivan con la culpa de haber causado daños innecesarios a otros seres humanos.
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