sábado, 20 de marzo de 2010

El ruido lento del mar

EL BUSCADOR DE ORO
Jean-Marie Le Clézio

"Por mucho que retroceda en mi memoria, siempre oigo el mar ...Lo oigo ahora, en lo más profundo de mí, me lo llevo adondequiera que voy. El ruido lento, incansable, de las olas que rompen a lo lejos en la barrera de coral...".
El primer párrafo de la obra de Le Clézio me trae a la memoria mis propios recuerdos del mar de mi infancia, los anhelos de infinito que sigue despertando, la permanente nostalgia de su voz cansada. La obra está llena del mar, de la luz que brota del mar cuando "el sol arde en el centro del oscuro cielo",  y del azul del mar, "ese  azul profundo y oscuro, poderoso, centelleante" que a veces produce vértigo. Es una hermosa poesía del mar, pero también de la búsqueda de un destino que se pierde en el horizonte.
La familia L'Etang vive en la Hondonada del Boucan, en la isla Mauricio, y el padre quiebra luego de intentar algunos quiméricos proyectos; deben, entonces, abandonar su paraíso e irse a la ciudad a malvivir. El joven Alexis, narrador y protagonista, se siente asfixiado en esa ciudad  en donde llueve y que está lejos del mar; añora la libertad y el viento del mar gritando sobre los campos de cañas. Se embarca en el Zeta, una goleta que le llevará a la isla Rodrigues, en donde debe estar el tesoro de un viejo corsario, según los mapas y cálculos hechos por su padre.
Alexis cree que encontrar el tesoro le permitirá recuperar la tierra del Boucan, pero realmente parte huyendo de la monotonía de la vida citadina, de un empleo gris en una oficina gris, guiado por un sueño que cree es su destino; mas su destino parece ser  una eterna búsqueda en la libertad abierta del mar.
Jean-Marie Gustave Le Clézio (Niza, 1940), premio nobel de literatura 2008, ha dicho que su patria está en la isla Mauricio, de donde proviene su familia, y que "escribir es escuchar el ruido del mundo", el cual se escucha mucho mejor viajando.
En El Buscador de Oro (1985), el ruido del mar inunda el mundo, el "ruido de la brisa marina en las agujas de los filaos", la música ligera y dulce de la voz de Mam recitando un poema en el crepúsculo, y  el sonido de las velas del Zeta volando sobre  un mar tan azul, que aleja los recuerdos desagradables y hace vana  e inofensiva la memoria. Islas  lejanas, viento, mar, noches estrelladas en las que se recuerdan los nombres de las constelaciones, libertad, y el sueño de viajar en una nave que se llame Argos, que se deslice "lentamente hacia mar abierto, por aguas oscuras del crepúsculo, rodeado de pájaros".
Por: Silvia Reyes Cepeda
Fotografía de un árbol de vacoa, típico de las Islas Mauricio