jueves, 17 de marzo de 2016

El arte como catarsis

TRIPTICO DE LA INFAMIA
Pablo Montoya
Editorial Random House
2014
Premio Rómulo Gallegos 2015


Jacques Le Moyne (1533-1588) es un joven ilustrador nacido en Diepa, Francia, que viaja como cosmógrafo en la expedición de Renè Laudonnière a La Florida, en un intento de colonización protestante de esas nuevas tierras. Deja en Paris una novia llamada Ysabeau. Mientras fue aprendiz del maestro Tocsin, "se ponía a imaginar lugares no descubiertos y seres que su palabra aún no podía nombrar". En La Florida entran en contacto con indígenas, de quienes Le Moyne aprende el secreto de las pinturas corporales, aun cuando sus significados escapen a su comprensión. La incipiente colonia es destruida por los españoles y a duras penas escapan algunos con vida. Le Moyne es de esos y vuelve sin sus dibujos, pero con ellos en la memoria.
Uno de los grabados de Theodor de Bry, posiblemente sobre la base
de dibujos de Moyne, que representa a Athore, hijo del rey timucua 
Saturiwa
,
mostrando a Laudonnière el monumento colocado por Ribault
es.wilipedia.org

François Dubois (1529-1584) es un pintor nacido en Amiens, a quien la juventud le llegó "como una inmensa curiosidad por el mundo". Vive en Paris con su mujer, Ysabeau. Van a escuchar a Laudonnière y a los sobrevivientes de la expedición a América que han regresado. Entre ellos, el pintor que la dejó al partir y que  ha regresado transformado, contando exultante su experiencia con los indígenas. Dubois no comparte su entusiasmo y desdeña su admiración por las pinturas corporales de los indios. Son tiempos revueltos por causa de las disensiones religiosas, que llegan al horror con la masacre de San Bartolomé cometida por los católicos sobre los hugonotes, y en donde Dubois perdió a su mujer embarazada. Huye a Ginebra, y ya no pinta más. Es un hombre escéptico, doliente, para quien "la humanidad siempre está al borde del abismo y su sed de destrucción no disminuye". Su amigo, el pastor Goulart insiste en que pinte una tabla sobre la masacre, para que no se olvide a los que cayeron  esa noche. Es lo único que quedará de su obra.
La masacre de San Bartolomé,
de François Dubois

Théodore De Bry (1528-1598) es de Lieja, es grabador e impresor, hugonote también, exiliado también por razones de la fe a Fráncfort. Conoce la historia de Hans Staden, quien fue prisionero de los indios en Brasil; lee la denuncia de Bartolomé de las Casas sobre la destrucción de los pueblos indígenas de América, y publicará en varias entregas su obra ilustrada Grandes Viajes, con el apoyo inicial de Walter Raleight. Contemplará horrorizado la tabla de Dubois, hablará con De Moyne y comprará los dibujos que ha vuelto a hacer a partir de su memoria.
Grabado de De Bry a la obra de
Bartolomé de las Casas

En esta novela, Pablo Montoya Campuzano (Barrancabermeja, Colombia, 1963) entrelaza la historia de estos tres artistas del siglo XVI, época de luchas religiosas y de la colonización del Nuevo Mundo, en un inmenso poema que es un canto a la imaginación y, al tiempo, un lamento por la humanidad doliente, y hasta un latigazo de ira por la crueldad del hombre sobre los demás, por la violencia que persiste a lo largo de los tiempos y que todavía nos acosa.

Cada una de sus tres partes está escrita en un estilo distinto. La primera parte es una narración en tercera persona, la segunda es intimista, desgarrada, en primera persona, y la tercera es una mezcla de ensayo, narración en tercera persona, y narración del escritor sobre la confección de la obra, con lo que tenemos una multitud deslumbrante de voces contando una historia. 

Fotografía tomada de
pablomontoya.net
Dice Montoya: "La novela se llama Tríptico de la infamia porque tiene una relación muy fuerte con el aspecto pictórico. Así, está divida en tres partes: la primera dedicada a Jacques Le Moyne, la segunda a François Dubois y la tercera a Théodore de Bry. Es así como el lector puede encontrar tres apartados que son aparentemente independientes, pero puede establecer puentes entre los tres. Como un tríptico."
(http://www.elespectador.com/entretenimiento/unchatcon/triptico-de-infamia-articulo-535829)

Pero también se encuentra el lector,  en la tercera parte del libro, unos pasajes maravillosos en los que el escritor, que está contando sobre ésta obra que escribe,  vaga por Lieja, por Fráncfort, buscando el rastro de De Bry, y de pronto lo ve caminar por las calles, lo sigue, ve hasta el temblor de sus manos; así,  superpone su tiempo y su espacio y los de De Bry, se conjugan  en su imaginación,  y en un momento ambos -escritor y personaje- contemplan el mismo río y huelen el mismo aire; sólo lamenta que nunca podrán hablarse, pero sí que lo hace, a través de la literatura, en esta misma novela en donde sueña y vive a su personaje. 

Por la obra pasan personalidades históricas, reyes, príncipes; artistas como Durero, Benzoni, Delaune, escritores como Montaigne, aventureros como Raleight, conquistadores españoles, ingleses; pasa la historia vista a través de las pinturas, grabados y narraciones de la época; y  pasa la luz a través de las vidrieras de las catedrales, ese regalo de los arquitectos del pasado, para "reflejarle a los creyentes el consuelo de una eternidad bienhechora", en este mundo que parece haberse sumido en las sombras y el dolor.

Es un libro hermoso y duro, que vale la pena y necesita ser leído con atención; su trasfondo histórico está bien logrado y, sobre todo, el repaso de crueles episodios a través de la descripción minuciosa de las obras de arte que los recrean es una muestra de maestría narrativa. 

El autor fue premiado con el Rómulo Gallegos de 2015. El autor ha escrito cuentos, poesía y ensayos. Entre otros galardones, obtuvo el primer premio del Concurso Nacional de Cuento Germán Vargas (1993), y en 1999, el Centro Nacional del Libro de Francia le otorgó una beca para escritores extranjeros por su libro Viajeros (www.pablomontoya.net)Es profesor de literatura en la Universidad de Antioquia, y un escritor a quien el premio Rómulo Gallegos le ha dado la visibilidad que merece su obra.