martes, 19 de noviembre de 2013

El miedo al olvido


OLVIDADO REY GUDÚ
Ana María Matute
1996


Este libro lo leí recién salió al mercado, en 1996; lo devoré, es más preciso decir,  y recordaba que me había fascinado porque en la historia le encierran el corazón a un príncipe en una campana de cristal, para que no conozca el amor ni sufra por él. Ese príncipe sería luego el Rey Gudú, hijo de Volodioso el Engrandecedor, nieto de  Sikrosio, y biznieto del Conde Olar,  fundador del reino de Olar que se debate entre la estepa del este y el olvido de occidente, de donde sólo viene el polvo.

Lo he releído con el mismo deleite, reencontrándome con un mundo fantástico emplazado en una incierta época medieval en donde todavía conviven elfos, ondinas, trasgos, hechiceros y brujas con el incipiente cristianismo. Y he vuelto a sentir la magia de la primera lectura. Es un libro hermosamente poético, con un aire de tiempos antiguos que se evidencia en el lenguaje utilizado y en la forma de contar las historias, envuelto en esa nostalgia del tiempo ido para siempre, sobre todo del tiempo de la infancia; es un libro en donde el amor duele y en donde uno no muere, sino que juega a no volver. 

Hay historias dentro de la historia: la de Tontina, la princesa que llegó del país de los fiordos helados y de los cuentos que todavía no se han contado, para ser la primera esposa del Rey Gudú, pero que se enamora del Príncipe Predilecto, hermano del Rey, y cuyo primer beso de amor sería el último de su vida, como heredera que es de Blancanieves y de la Bella Durmiente; Tontina, a pesar de su nombre, no es tonta, es una niña que crece y al dejar atrás la infancia, sabe que nunca más volverá a entrar al reino de la Historia de Todos los Niños, y ese tránsito es doloroso e, incluso, mortal. 

La de la reina Ardid, que a los siete años se casó con el Rey Volodioso mediante un ardid, precisamente, para vengarse de él por haber asolado el castillo de su padre, situado en el sur junto al mar; una venganza dolorosa que cruzará su vida  de más penas que alegrías y de la que nunca se daría por enterado Volodioso. Su maestro es un Hechicero, ser medio mágico y medio humano que la educa desde su niñez, y su gran amigo es el Trasgo del Sur, que horada túneles debajo de la tierra con un martillo de diamante buscando las vides, y quien poco a poco se va contaminando por el amor a sus amigos humanos, tan peligroso para los seres mágicos.

La historia de la mítica Leonia, reina de una isla que es una isla-mujer que desaparecerá con ella en las brumas del mar, y en donde todos los placeres y libertades son posibles. 

Hay una Ondina que ama a un príncipe humano y, para evitarle el dolor, su abuela, la Dama del Lago se lo borra de la memoria, ya que no puede arrancarle la raíz calcificada del amor que le creció en el pecho; pero tampoco puede arrancarle la tristeza que vaga por el mundo inundándolo de tanto en tanto.

Y hay silfos transparentes que llevan mensajes por el aire, y diablos de las estepas, de largas trenzas negras y ojos rasgados; y príncipes con poco seso, violentos y crueles, y príncipes dulces y melancólicos que mueren de desamor, y un niño-cisne que nunca completó su transformación.

El libro incluye numerosos guiños metaficcionales, porque los personajes viven historias que aún no se han escrito en su época remota, pero que lo serán por aquellos escritores futuros a quienes la autora les dedica la obra: Andersen, los hermanos Grimm y Perrault. También dedica la obra a todo lo que olvidó y a todo lo que perdió. 

No es un cuento de hadas transformado para tener un final feliz, entre otras cosas porque los cuentos de hadas, muchas veces, son crueles y dolorosos.  Es un libro sobre las emociones y las pasiones humanas, amor y odio, celos, miedo, hambre de poder, violencia, ambición, crueldad y bondad, y, es también, una lucha contra el olvido, recogiendo recuerdos, fábulas y  mitos, aun cuando el olvido mismo alcance al fin  al reino de Olar y a su rey Gudú, cumpliéndose así una antigua profecía.

"Es el libro que siempre quise escribir desde niña, en él están todas mis obsesiones, toda Ana María Matute está ahí", dijo la autora en una entrevista con la Agencia EFE en 2010.(1)

Ana María Matute (Barcelona, 1926) es una de las figuras más reconocidas de la literatura infantil y juvenil española, y desde 1996 es miembro de la Real Academia Española de la Lengua.  "En 1943 escribe su primera novela Pequeño teatro, que sería publicada 11 años más tarde y con la que lograría el Premio Planeta en 1954. Con Los Abel sería finalista del Premio Nadal en 1947. La mayoría de sus novelas ha conseguido los premios más importantes de la literatura española. En 1952 gana el Premio Gijón, por Fiesta al Noroeste. En 1958 publica la novela Los hijos muertos, con la que gana el premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. Durante la siguiente decada publica su trilogía Los Mercaderes, con Primera memoria sería Premio Nadal de 1959,Los soldados lloran de noche (1964), Premio Fastenrath en 1969, y La trampa (1969)." (2)  En el 2010, recibió el Premio Cervantes. Otras obras ambientadas en un medioevo mítico son La Torre Vigía y Aranmanoth.


Ondina
En su discurso de ingreso a la Real Academia Española, dijo Ana María Matute:

"Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes, puesto que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida.

Cuando en literatura se habla de realismo a veces se olvida que la fantasía forma parte de esa realidad porque, como ya he dicho, nuestros sueños, nuestros deseos y nuestra memoria son parte de la realidad. Por eso me resulta tan difícil desentrañar, separar imaginación y fantasía de las historias más realistas, porque el realismo no está exento de sueños ni de fabulaciones... porque los sueños, las fabulaciones e incluso las adivinaciones pertenecen a la propia esencia de la realidad. Yo escribo también para denunciar una realidad aparentemente invisible, para rescatarla del olvido y de la marginación a la que tan a menudo la sometemos en nuestra vida cotidiana.

Porque escribir es, qué duda cabe, un modo de la memoria, una forma privilegiada del recuerdo: yo sólo sé escribir historias porque estoy buscando mi propia historia, porque acaso escribir es la búsqueda de una historia remota que yace en lo más profundo de nuestra memoria y a la que pertenecemos inexorablemente. Escribir es como una memoria anticipada, el fruto de un malestar entreverado de nostalgia, pero no sólo nostalgia de un pasado desconocido, sino también de un futuro, de un mañana que presentimos y en el que querríamos estar, pero que aún no conocemos, una memoria anticipada más fuerte aun que la nostalgia del ayer, nostalgia de un tiempo deseado donde quisiéramos haber vivido".

Fuentes:
(2) http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/matute_ana_maria.htm
(3) Ondina, tomada de lascosasquenuncaexistieron.com